MINISTERIO DE PODER POPULAR PARA LA EDUCACION
UNIVERSITARIA.
UNERG – IUTLL.
DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACION.
I COHORTE. VALLE DE LA PASCUA. GUARICO.
Primer semestre.
Aportes Filosóficos para la Producción Doctoral.
Asesora:
Dra. (Postdoctora) Lilia Moncada.
Participante:
Hernández, Norka José C.I. 9.917.526
Morabito Concheta C.I. 9918193
Pérez Yalis Coromoto C.I. 12637560
Valle de la Pascua, mayo 2011.
Aportes Filosóficos de diversos pensadores a través de las épocas:
Racionalismo:
Es una corriente filosófica que apareció en Francia en el siglo XVII, formulada por René Descartes y que se opone al empirismo. Racionalismo (del latín, ratio, razón), en filosofía, sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.
Sus características principales son:
Confianza en el poder de la razón.
Postulación de las ideas innatas. (Véase Innatismo)
Utilización del método lógico-matemático para explicar los razonamientos y del empírico para confirmarlos cuando ello es posible.
Recuperación de doctrinas clásicas, como el atomismo (Gassendi), el fatalismo (Spinoza) o el platonismo gnoseológico (Leibniz).
Crítica y revisionismo escolástico.
Mecanicismo del universo.
Racionalismo y empirismo constituyeron la base filosófica de la Ilustración.
El racionalismo epistemológico ha sido aplicado a otros campos de la investigación filosófica. El racionalismo en ética es la afirmación de que ciertas ideas morales primarias son innatas en la especie humana y que tales principios morales son evidentes en sí a la facultad racional. El racionalismo en la filosofía de la religión afirma que los principios fundamentales de la religión son innatos o evidentes en sí y que la revelación no es necesaria, como en el deísmo. Desde finales del año 1800, el racionalismo ha jugado sobre todo un papel antirreligioso en la teología.
Confianza en el poder de la razón.
Postulación de las ideas innatas. (Véase Innatismo)
Utilización del método lógico-matemático para explicar los razonamientos y del empírico para confirmarlos cuando ello es posible.
Recuperación de doctrinas clásicas, como el atomismo (Gassendi), el fatalismo (Spinoza) o el platonismo gnoseológico (Leibniz).
Crítica y revisionismo escolástico.
Mecanicismo del universo.
Racionalismo y empirismo constituyeron la base filosófica de la Ilustración.
El racionalismo epistemológico ha sido aplicado a otros campos de la investigación filosófica. El racionalismo en ética es la afirmación de que ciertas ideas morales primarias son innatas en la especie humana y que tales principios morales son evidentes en sí a la facultad racional. El racionalismo en la filosofía de la religión afirma que los principios fundamentales de la religión son innatos o evidentes en sí y que la revelación no es necesaria, como en el deísmo. Desde finales del año 1800, el racionalismo ha jugado sobre todo un papel antirreligioso en la teología.
René Descartes, creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertas verdades universales, evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado por otros filósofos europeos, como:
Spinoza:
Ámsterdam, 1632-La Haya, 1677) Filósofo neerlandés, nacido en el seno de una familia de judíos españoles (su apellido originario era Espinosa) emigrada a los Países Bajos. Estudió teología y comercio en la escuela judía, donde aprendió hebreo y conoció el «Talmud». Después, en la escuela latina de Van den Enden descubrió la filosofía. Excomulgado por los rabinos (1656), se le prohibió dedicarse a los negocios, por lo que aprendió a pulimentar el vidrio, oficio que ejerció hasta su muerte. Estando en Rinjsburg dio a conocer su «Breve tratado acerca de Dios, el hombre y la felicidad», y, ya en la Haya, redactó (1661) el «Tratado sobre la reforma del entendimiento» y editó los «Principios de la filosofía de Descartes» (1663), seguidos de los «Pensamientos metafísicos». Anónimamente publicó luego el «Tratado teológico-político» (1670), muy crítico con los rabinos y calvinistas. En 1673 rechazó la cátedra de Heidelberg, que le ofreció el elector palatino, y dos años después intentó publicar su gran «Ética demostrada según método geométrico» (empezada en 1661), pero hubo de renunciar a ello. Dedicó los dos últimos años de su vida a un «Tratado político» que nunca acabó.
Cartesiano más por retórica que por pensamiento, su sistema filosófico parte de la identidad entre Dios y la naturaleza, con lo que se suprime la idea de finalidad y a la vez se afirma la trascendencia de la Providencia. Por lo primero, paradójicamente, el spinozismo puede ser mal entendido como un ateísmo naturalista; por lo segundo, es una de las más osadas racionalizaciones de la fe más radical (de manera que puede ser también visto como ateísmo, por más que Spinoza subraya la infinita diferencia que existe entre Dios y su creación). Finito, el entendimiento humano sólo percibe dos de los infinitos atributos de Dios: el pensamiento (del que el espíritu humano es un modo o una modificación) y la extensión (de la que lo es el cuerpo). Si en lo teológico Spinoza desvela la ilusión de la finalidad (someter a Dios a teleologías no es sino proyección antropomórfica), en lo antropológico desenmascara asimismo la ilusión de la libertad (creemos actuar libremente por desconocer las causas que producen nuestras acciones).
Importancia peculiar tiene, por lo demás, la teoría spinozista de las pasiones, que no es ajena a la doctrina política, en la que el autor considera a Maquiavelo el único político lúcido. Spinoza libera la política tanto de la teología como de la moral (por cuantas ambas desvalorizan lo real en nombre de un ideal trascendente); y equipara, por tanto, la ética a una ciencia de los afectos del alma, que define lo bueno y lo malo (como aquello que conviene y no conviene a la naturaleza humana). Rechaza el bien y el mal como absolutos, y afirma que la moral es refugio para la ignorancia y que la ley es un sustituto de la inteligencia. Pero como la esencia humana no es la razón, sino el deseo, el estado ha de regirse por la ley, basando su poder en suscitar pasiones tristes (temor, seguridad), corriendo el riesgo de caer en la tiranía (cuya religión es la muerte) y consiguiendo que los ciudadanos mueran y se maten por él, es decir, por defender su situación de esclavos (el ser humano parece preferir las pasiones tristes: esperanza, seguridad, miedo, a la libertad del conocer). En cambio, la democracia es el mejor régimen político, ya que fomenta el amor de la libertad y favorece el acceso al estado de razón (la salvación), siendo el único sistema garante de la libertad religiosa (cuya ausencia tanto hizo sufrir a Spinoza). Pero, más allá aún, sólo el individuo (en su privacidad) puede llegar al grado supremo de conocimiento y, así, de felicidad.
Ámsterdam, 1632-La Haya, 1677) Filósofo neerlandés, nacido en el seno de una familia de judíos españoles (su apellido originario era Espinosa) emigrada a los Países Bajos. Estudió teología y comercio en la escuela judía, donde aprendió hebreo y conoció el «Talmud». Después, en la escuela latina de Van den Enden descubrió la filosofía. Excomulgado por los rabinos (1656), se le prohibió dedicarse a los negocios, por lo que aprendió a pulimentar el vidrio, oficio que ejerció hasta su muerte. Estando en Rinjsburg dio a conocer su «Breve tratado acerca de Dios, el hombre y la felicidad», y, ya en la Haya, redactó (1661) el «Tratado sobre la reforma del entendimiento» y editó los «Principios de la filosofía de Descartes» (1663), seguidos de los «Pensamientos metafísicos». Anónimamente publicó luego el «Tratado teológico-político» (1670), muy crítico con los rabinos y calvinistas. En 1673 rechazó la cátedra de Heidelberg, que le ofreció el elector palatino, y dos años después intentó publicar su gran «Ética demostrada según método geométrico» (empezada en 1661), pero hubo de renunciar a ello. Dedicó los dos últimos años de su vida a un «Tratado político» que nunca acabó.
Cartesiano más por retórica que por pensamiento, su sistema filosófico parte de la identidad entre Dios y la naturaleza, con lo que se suprime la idea de finalidad y a la vez se afirma la trascendencia de la Providencia. Por lo primero, paradójicamente, el spinozismo puede ser mal entendido como un ateísmo naturalista; por lo segundo, es una de las más osadas racionalizaciones de la fe más radical (de manera que puede ser también visto como ateísmo, por más que Spinoza subraya la infinita diferencia que existe entre Dios y su creación). Finito, el entendimiento humano sólo percibe dos de los infinitos atributos de Dios: el pensamiento (del que el espíritu humano es un modo o una modificación) y la extensión (de la que lo es el cuerpo). Si en lo teológico Spinoza desvela la ilusión de la finalidad (someter a Dios a teleologías no es sino proyección antropomórfica), en lo antropológico desenmascara asimismo la ilusión de la libertad (creemos actuar libremente por desconocer las causas que producen nuestras acciones).
Importancia peculiar tiene, por lo demás, la teoría spinozista de las pasiones, que no es ajena a la doctrina política, en la que el autor considera a Maquiavelo el único político lúcido. Spinoza libera la política tanto de la teología como de la moral (por cuantas ambas desvalorizan lo real en nombre de un ideal trascendente); y equipara, por tanto, la ética a una ciencia de los afectos del alma, que define lo bueno y lo malo (como aquello que conviene y no conviene a la naturaleza humana). Rechaza el bien y el mal como absolutos, y afirma que la moral es refugio para la ignorancia y que la ley es un sustituto de la inteligencia. Pero como la esencia humana no es la razón, sino el deseo, el estado ha de regirse por la ley, basando su poder en suscitar pasiones tristes (temor, seguridad), corriendo el riesgo de caer en la tiranía (cuya religión es la muerte) y consiguiendo que los ciudadanos mueran y se maten por él, es decir, por defender su situación de esclavos (el ser humano parece preferir las pasiones tristes: esperanza, seguridad, miedo, a la libertad del conocer). En cambio, la democracia es el mejor régimen político, ya que fomenta el amor de la libertad y favorece el acceso al estado de razón (la salvación), siendo el único sistema garante de la libertad religiosa (cuya ausencia tanto hizo sufrir a Spinoza). Pero, más allá aún, sólo el individuo (en su privacidad) puede llegar al grado supremo de conocimiento y, así, de felicidad.
Entre la muerte de Lutero y el nacimiento de Spinoza media casi un siglo. El protestantismo se consolida en varias partes de Europa y adquiere un impulso renovador con Juan Calvino, mientras dos pensadores contemporáneos establecen las nuevas bases del pensar filosófico, René Descartes y Thomas Hobbes. El nuevo pensar nace bajo un clima de incertidumbre. Las tesis protestantes dejaron las puertas abiertas a un posible escepticismo fundado en el rechazo a la razón y la afirmación de la voluntad, así como el desprecio por la tradición y la autoridad suplantada por la tesis del libre examen. Si bien al principio, sobre todo con la influencia directa de Lutero y Calvino, se puede pensar en un protestantismo ortodoxo, poco a poco el contacto con el racionalismo y el deísmo inglés hace olvidar ese espíritu humanista de los fundadores para exaltar y desarrollar las tesis más acordes con el espíritu liberal de la época.
De todos los racionalistas es Spinoza quien lleva a sus últimas consecuencias las tesis de esta doctrina bajo la influencia de Descartes, y el que establece bajo la guía del deísmo inglés de Cherbury y Hobbes los principios para una filosofía de la religión natural. Al igual que la de Lutero, la filosofía de Spinoza es esencialmente práctica. Su interés es el de conducir al hombre a la felicidad absoluta, a un "gozo eterno y a una alegría suprema y contínua" porque:
"El amor por una cosa eterna e infinita alimenta el alma de pura alegría y la libra de toda tristeza", lo que es muy de desear y digno de ser buscado con todas nuestras fuerzas". Pero es claro que una cosa es el amor por algo eterno e infinito y otra cosa es decir que lo eterno e infinito existe. Por ello, antes de preguntarse por la esencia del Absoluto, Spinoza debe demostrar su existencia.
El bien y el mal, afirma, se dice de forma relativa al conocimiento humano, al igual que lo perfecto y lo imperfecto, lo Justo y lo injusto, porque ninguna cosa considerada en su esencia puede llamarse perfecta o imperfecta, pues todo lo que ocurre se cumple según el orden eterno y las leyes determinadas de la Naturaleza. Sin embargo, es evidente que el hombre es impotente para poder abarcar con su pensamiento ese orden, y ante tal espectáculo "el hombre imagina una condición humana mucho más poderosa que la propia y como no ve obstáculo para adquirirla se siente incitado a buscar los medios que le conduzcan a tal perfección". La conciencia de la finitud humana ante un orden que le sobrepasa despierta una tendencia infinita que, a menos de considerarla absurda, debe recaer sobre algo Absoluto. Y este Absoluto entendido como el goce de la perfección --si fuera posible con otros individuos-- consiste en "el conocimiento de la unión del espíritu con toda la Naturaleza".
Para emprender esta tarea colosal de unir el espíritu con toda la Naturaleza son necesarias tres condiciones:
1. Tener un conocimiento suficiente de la Naturaleza --y nada más adecuado para ello que la Ciencia-- para adquirir el gozo de la perfección y poder formar una sociedad tal como sería de desear, para que el mayor número llegue, tan fácil y seguramente como sea posible, a esa meta.
2. Buscar un método para curar el entendimiento y, hasta donde sea posible, al comienzo, purificarlo para que entienda las cosas fácilmente, sin error y de, la mejor manera. De los cuatro modos de conocer que existen --de oídas, por experiencia vaga, por inferencia inductiva o por esencia-- el mejor para alcanzar la meta es el de la esencia o intuitivo que nos da claridad y distinción y cuyo modelo perfecto es el matemático. Además, el conocimiento de la esencia nos lleva de la mano a la existencia, pues la existencia singular de una cosa sólo es conocida si se conoce su esencia.
3. Sentar una moral provisional mientras alcanzamos el fin supremo, cuyos principios no deben emanar de la naturaleza sino de una convención.
Ahora se entiende, una vez señaladas estas condiciones, que el método podrá aplicarse de manera adecuada cuando se tenga la idea clara y distinta del Ser perfectísimo, conocido por intuición. Y de su Esencia, por deducción rigurosa, según orden geométrico, se seguirá la existencia de todas las cosas. Es de advertirse, sin embargo, que Spinoza nunca pensó que cualquier hombre pudiera tener acceso a tal intuición de la esencia divina; si así fuera, en vano hubiera recomendado un profundo conocimiento de la Naturaleza por la Ciencia, de un método y de una moral provisional. Más bien hay que entender que al escribir su Ética, Spinoza ya no se halla colocado desde el ángulo de ascenso hacia la idea clara y distinta de Dios, sino desde la misma perspectiva de Dios y como sucede con estos filósofos que miran todas las cosas desde el punto de vista divino, todo se le presenta en un instante eterno.
La línea que va de Platino a Spinoza que pasa por Escoto Erígena y llega a Hegel, es la misma: un panteísmo que, en términos de Sciascia, llamaríamos,"acósmico". Este panteísmo es el que animará todo el libro de la Ética y será el telón de fondo que no perderemos de vista al tratar el tema de la religión. En el libro IV de la Ética Spinoza nos da una primera aproximación a la idea de religión distinguiéndola de la idea de moralidad:
"todo aquello que deseamos y hacemos y de lo que somos causa en cuanto tenemos idea de Dios o en cuanto conocemos a Dios lo refiero a la religión. Pero el deseo de hacer el bien que nace del hecho de vivir según la guía de la razón, lo llamo moralidad".
A partir de estas definiciones cabe preguntarse si en el sistema spinoziano hay entrada para una distinción esencial entre religión y moralidad si, como hemos visto, el obrar conforme a la idea de Dios, que es la misma Naturaleza y la misma Conciencia, es obrar según la guía de la razón, que es parte de la Conciencia universal. La distinción podría hallarse en la diferencia que existe entre la Conciencia universal y esta misma Conciencia en cada conciencia singular. Vivir de acuerdo con la primera sería vivir religiosamente; vivir de acuerdo con la segunda lo sería moralmente. Sin embargo, no es suficiente todavía el criterio de la conciencia para distinguir religión de moralidad, pues ambas se inscriben en el ámbito del comportamiento social del hombre y éste se halla ligado al Estado.
Piensa Spinoza que para que los hombres puedan vivir en concordia y ayudarse es necesario que renuncien al ejercicio de su derecho natural y se den mutuamente la seguridad de que no obrarán nada que pueda redundar en perjuicio ajeno. En el estado natural estado natural no se da nada que sea bueno o mato por el consenso de todos, porque. En el estado natural se mira y se obedece sólo a uno mismo, pero no sucede así en el estado civil, donde por consenso se dice lo que es bueno y lo que es malo y donde cada cual está obligado a obedecer al Estado.
Con este antecedente se entiende que vivir de acuerdo con la conciencia singular, que es vivir moralmente, sólo se hace en el estado civil, porque la moralidad surge después del contrato y por consenso. Pero vivir religiosamente --según la religión interior y no la exterior, que se hallará igualmente regulada por el Estado, como veremos en seguida-- no supone contrato y, por lo tanto, tampoco necesita consenso. La religión, entonces, es propia del hombre natural mientras la moral lo es del hombre civil, porque el hombre que se guía por la razón es más libre en el Estado donde vive según el decreto común que en la sociedad donde sólo obedece a él mismo. El estado religioso sería una fase esclavizadora del hombre, que debe superarse bajo la guía de la razón en el Estado y que de esta forma sería la fuente de libertad para el individuo.
En el Tratado Teológico-político Spinoza vuelve sobre la relación entre religión y Estado partiendo ahora de la definición de ley y de la distinción entre ley humana y ley divina. Define la ley como "una regla de conducta que el hombre se impone e impone a otros con un fin determinado", y puesto que la ley depende de una necesidad natural "impone una manera de obrar fija y determinada". Por su parte, la ley humana se define como "la regla de conducta que sirve a la seguridad de la vida y sólo mira al Estado"; y la ley divina como aquella "que tiene relación con el bien supremo, con el verdadero conocimiento y amor de Dios" Esta ley divina, agrega:
Es universal, no se apoya en la fe de los relatos históricos, pues el amor de Dios nace de su conocimiento y recibimos este conocimiento de las nociones universales que se revelan por sí mismas y llevan en sí una certidumbre inmediata, no exige ceremonias y el premio es esta misma ley". La ley humana responde a un fin utilitario y aparece sólo con el Estado; la ley divina, que no implica preceptos de orden sobrenatural, no guarda relación con el Estado y por ello es una exigencia universal de la razón. Por otra parte, las mismas Escrituras "enseñan que la inteligencia es la dicha y felicidad del hombre" y que:
"la sabiduría, es decir, la inteligencia, únicamente nos enseña a temer a Dios racionalmente, o sea, a darle culto verdaderamente religioso".
Puesto que Ya sabiduría mana de la boca de Dios", nuestra ciencia y nuestro entendimiento dependen de la idea o conocimiento de Dios en lo que, a fin de cuentas, constituye nuestra felicidad. Además, "sólo después de haber conocido la naturaleza de las cosas y gustado las excelencias de la ciencia es posible fijar las bases de la moral y comprender la verdadera virtud". De ahí que: "la dicha y tranquilidad del hombre entregado a la lectura de la inteligencia natural consiste más que en la fortuna (socorro externo de Dios), en su virtud interior (socorro interno de Dios), ya que por la vigilancia, la acción y el buen consejo se llega sobre todo a conservarlos".
Ahora bien, si la religión es una virtud interior, ¿qué papel juega el Estado con respecto a ella? Y la respuesta es clara:
"... el culto de la religión y el ejercicio de la piedad deben acomodarse a la paz y a la utilidad de la república y ser determinados únicamente por los poderes soberanos, que de este modo se convierten en intérpretes suyos. Hablo expresamente del ejercicio de la piedad y del culto externo de la religión, no de la piedad misma y del culto interno, o sea, los medios con los cuales se dispone interiormente del espíritu para adorar a Dios en la interioridad de la conciencia. El culto interno de Dios y la piedad misma son un derecho de cada uno... que no puede depositarse en otro".
El Pontífice o la Institución no debe nunca interpretar la religión como culto interior, aunque sí tiene el deber de hacerlo con respecto al culto externo. Los derechos de la conciencia son inalienables y cada uno puede profesar el culto que mejor le parezca de acuerdo con una actitud de tolerancia. Una cosa resulta obvia si partimos de esta concepción, y es que destruido el Estado, la religión de un pueblo no puede mantenerse como propia de una nación sola, sino "como enseñanza universal de la razón". El Estado, entonces, presagiando a Hegel, se convierte en la norma de conducta para el hombre, y aquello que redunda en su conservación es justo, de lo contrario es injusto:
"De esto resulta que nada piadoso puede hacerse con el prójimo que no sea impío, si de ello resulta daño para la república; y, por el contrario, que nada impío puede hacerse con el que no sea hijo de la piedad si se hizo por la conservación del Estado ( ... ) Nadie puede obedecer a Dios rectamente si no acomoda a la utilidad pública el culto y la piedad a que está obligado y, por consiguiente, si no obedece todos los decretos del soberano ( ... ) Todo el misterio sagrado y el ejercicio de la religión depende únicamente del mandato de los soberanos" .
Bastan estas ideas para encontrar en Spinoza todas las bases para una religión natural o de la razón. La religión no sólo ha roto todo vínculo con la Teología, sino que incluso es difícil pensar en una fundamentación ontológica estricta: la religión no implica ya el culto a un Ser trascendente y real, personal, y "santo" según la feliz denominación de Otto. Tanto el panteísmo como el deísmo, bien sea resaltando la inmanencia a costa de la trascendencia o viceversa, privan a la religión de una auténtica fundamentación. A tal punto que la religión pierde su objeto propio para convertirse en un culto que se define como "temor racional", o bien como algo supersticioso y primitivo que debe ceder paso a la moralidad. Dios existe más como una garantía de nuestra racionalidad moral que como término de un culto exigido en justicia. El culto a Dios se ha convertido en un culto a la Razón. Además, si esta Razón, como piensa Spinoza, cumple sus exigencias más plenas en el Estado, nada impide convertir la religión en un culto al Estado, y no sólo en lo que se refiere al culto exterior sino también al culto interior por más esfuerzos que haga Spinoza para rescatar los derechos de la conciencia.
Porque al fin, si éstos no se fundan en una ley natural, porque entre otras cosas tal conciencia se sitúa en una sociedad irreal en la que por definición no existe lo justo o lo injusto, lo bueno y lo malo, y que debe superarse para dejar paso al hombre civilizado, todos los esfuerzos no pasan de ser una buena intención pero carentes de justificación, Con los antecedentes racionalistas y el protestantismo difundido y en gran parte asimilado en Europa, el clima se presentaba favorable para una labor de síntesis y sistematización de ambas corrientes. La tarea estuvo a cargo de Pierre Bayle, cuyo pensamiento, como veremos, influyó decisivamente en todo el S. XVIII.
Leibniz:
(Leipzig, actual Alemania, 1646-Hannover, id., 1716) Filósofo y matemático alemán. Su padre, profesor de filosofía moral en la Universidad de Leipzig, falleció cuando Leibniz contaba seis años. Capaz de escribir poemas en latín a los ocho años, a los doce empezó a interesarse por la lógica aristotélica a través del estudio de la filosofía escolástica.
En 1661 ingresó en la universidad de su ciudad natal para estudiar leyes, y dos años después se trasladó a la Universidad de Jena, donde estudió matemáticas con E. Weigel. En 1666, la Universidad de Leipzig rechazó, a causa de su juventud, concederle el título de doctor, que Leibniz obtuvo sin embargo en Altdorf; tras rechazar el ofrecimiento que allí se le hizo de una cátedra, en 1667 entró al servicio del arzobispo elector de Maguncia como diplomático, y en los años siguientes desplegó una intensa actividad en los círculos cortesanos y eclesiásticos.
Leibniz en 1672 fue enviado a París con la misión de disuadir a Luis XIV de su propósito de invadir Alemania; aunque fracasó en la embajada, Leibniz permaneció cinco años en París, donde desarrolló una fecunda labor intelectual. De esta época datan su invención de una máquina de calcular capaz de realizar las operaciones de multiplicación, división y extracción de raíces cuadradas, así como la elaboración de las bases del cálculo infinitesimal.
En 1676 fue nombrado bibliotecario del duque de Hannover, de quien más adelante sería consejero, además de historiador de la casa ducal. A la muerte de Sofía Carlota (1705), la esposa del duque, con quien Leibniz tuvo amistad, su papel como consejero de príncipes empezó a declinar. Dedicó sus últimos años a su tarea de historiador y a la redacción de sus obras filosóficas más importantes, que se publicaron póstumamente. Representante por excelencia del racionalismo, Leibniz situó el criterio de verdad del conocimiento en su necesidad intrínseca y no en su adecuación con la realidad; el modelo de esa necesidad lo proporcionan las verdades analíticas de las matemáticas. Junto a estas verdades de razón, existen las verdades de hecho, que son contingentes y no manifiestan por sí mismas su verdad.
El problema de encontrar un fundamento racional para estas últimas lo resolvió afirmando que su contingencia era consecuencia del carácter finito de la mente humana, incapaz de analizarlas por entero en las infinitas determinaciones de los conceptos que en ellas intervienen, ya que cualquier cosa concreta, al estar relacionada con todas las demás siquiera por ser diferente de ellas, posee un conjunto de propiedades infinito.
Como todo filósofo racionalista, Leibniz aspira a la verdad del conocimiento y a un método que permita el acceso a todos los demás.
Medio siglo posterior a Descartes, conoce el pensamiento de éste, y en lugar de basar la certeza en el subjetivismo introspectivo de la conciencia, lo hace a partir de la evidencia que muestra la estructura lógica de las proposiciones verdaderas.
Leibniz parte de las proposiciones analíticas, aquellas en las que el predicado ya está contenido en el sujeto. Este es el carácter de las proposiciones matemáticas del tipo: "Todo triángulo equilátero es equiángulo". Se basan en el principio lógico de identidad o no contradicción.
Medio siglo posterior a Descartes, conoce el pensamiento de éste, y en lugar de basar la certeza en el subjetivismo introspectivo de la conciencia, lo hace a partir de la evidencia que muestra la estructura lógica de las proposiciones verdaderas.
Leibniz parte de las proposiciones analíticas, aquellas en las que el predicado ya está contenido en el sujeto. Este es el carácter de las proposiciones matemáticas del tipo: "Todo triángulo equilátero es equiángulo". Se basan en el principio lógico de identidad o no contradicción.
Todas estas proposiciones analíticas constituyen las verdades de razón. Pero junto a ellas existen las verdades de hecho. Son todas las verdades de las ciencias que se basan en la experiencia. El predicado no está incluido en el sujeto. Son proposiciones sintéticas. No se imponen por sí mismas como las verdades de razón, sino que su verdad tiene que ser confirmada por la experiencia que es un conocimiento limitado. Leibniz, como todo gran matemático, quería reducir todos los conocimientos al conocimiento propio de las matemáticas. Estaba convencido de que si nuestro conocimiento fuera infinito, todas las verdades de hecho se nos presentarían como verdades de razón.
Desde este arranque lógico aborda Leibniz el estudio de la realidad, la metafísica. El concepto de sustancia que él hereda es: "lo que es en sí se concibe por sí mismo y no debe la existencia a ningún otro". Pero para él, la sustancia es un objeto de infinitas propiedades, incluidas en éstas las relaciones con otros objetos. Por consiguiente, cualquier proposición que afirme un predicado de un sujeto, es analítica aunque no podamos descubrirlo, porque tendríamos que hacer un análisis infinito del sujeto. Como esto no es posible, se nos presenta como una verdad de hecho, contingente. Pero la contingencia no impone arbitrariedad, es consecuencia de nuestro conocimiento limitado. Así como las verdades necesarias se rigen por el principio de identidad, las verdades contingentes se rigen por estos dos principios.
· El principio de razón suficiente, que afirma que nada sucede gratuitamente, es decir, que a todo fenómeno le corresponde una explicación, una razón de ser que se presente admisible a la razón.
· El principio de perfección, que frente a la no necesidad, afirma que el mundo real es el más perfecto de los mundos posibles y todo lo que acontece se ajusta a este principio.
Como lo que define a las cosas es el conjunto infinito de sus propiedades, bastará para que dos cosas sean distintas que difieran en una sola propiedad. O dicho de otra manera, para que dos cosas sean idénticas tiene que coincidir el conjunto de todas sus propiedades. Como esto no es posible, puesto que el mismo hecho de compararlas me las presenta a una antes y otra después, o sea, distintas, de aquí se concluye que la realidad última, la sustancia, son los individuos, todos y cada uno, ya que no hay dos iguales, y todas sus propiedades son esenciales. A estos individuos o realidades últimas los llamó mónadas en un tratado titulado Monadología, al que pertenece el texto.
La teoría de la mónada resulta sólida.
Leibniz parte de la metafísica de Descartes, del yo pensante, aceptando distinguir como él las ideas claras de las confusas. Las ideas claras son innatas y la razón para Leibniz es la que aclara las ideas confusas. No acepta la idea de Descartes de considerar a la extensión como puras figuras geométricas. Le interesa saber cuál es el origen del movimiento, y esa búsqueda lo lleva de este modo al concepto de fuerza.
Para Leibniz, los cuerpos son principalmente fuerzas, energía, conglomerados dinámicos, por lo tanto, rescata la palabra mónada utilizada por los filósofos antiguos, para definir el orden de la sustancia real. La mónada tiene la característica de ser indivisible y única, no hay dos iguales, no es material, es energía activa con capacidad para actuar, porque la mónada tiene la propiedad de percibir y apetecer.
Su percepción es la representación de lo múltiple en lo simple y está determinada por una ley interna que define su individualidad metafísica sustancial; y su a petición es su tendencia a pasar de una percepción a otra. La mónada también tiene apercepciones, es decir que se da cuenta que percibe, tiene conciencia que está percibiendo. Las mónadas que tienen apercepción y memoria son las almas en un plano superior de la jerarquía metafísica. El hombre posee un alma con apercepción y memoria y también percepciones sin conciencia. Leibniz reconoce la existencia de un plano aún más alto en la jerarquía metafísica correspondiente a los espíritus.
Espíritus para Leibniz son las almas que además tienen la facultad de conocer las verdades racionales y de intuirlas. En el punto más elevado está Dios, que es la mónada perfecta, donde todas las percepciones son apercibidas, donde todas las ideas son claras y donde se refleja el Universo desde todos los puntos de vista. De manera que las mónadas para Leibnitz, están distribuidas en orden jerárquico. Creadas por Dios, tienen esencia, consistencia y una ley funcional interna, por lo tanto, todas las mónadas del Universo tienen una relación de correspondencia armónica.
Las mónadas, cuando desarrollan su propia esencia, coinciden y se corresponden con las demás mónadas en una armonía perfecta. Así resuelve Leibniz el problema filosófico de la separación del cuerpo y el alma. Con respecto al mal, Leibniz nos dice que el mal es necesario porque el mundo es limitado y material; y la materia contiene la privación; y además, si no existiera el mal no podríamos distinguir el bien. La teoría de Leibniz se considera una doctrina optimista, porque sostiene que el universo de las mónadas es el mejor y el más perfecto de los mundos posibles.
Las mónadas son los componentes últimos de la realidad, son puntos inextensos, es decir indivisibles, de naturaleza espiritual, cuyo número infinito, y todos juntos forman el universo. Están dotados de fuerza o energía. Entre sí no se comunican, pero cada una refleja todo el universo, dado que entre sus infinitos predicados están las relaciones con los demás sujetos. La totalidad de las mónadas forman una unidad perfecta y su diversidad es absoluta. Lo mónada primitiva o sustancia simple es Dios, y todas las demás son fruto de esa fuente.
Cada mónada es una sustancia definitivamente realizada que cumple un proyecto, un programa establecido por Dios. No existe causalidad entre las sustancias, sino armonía pre-establecida por Dios que garantiza el orden perfecto, el mejor de los mundos posibles.
Cada mónada es una sustancia definitivamente realizada que cumple un proyecto, un programa establecido por Dios. No existe causalidad entre las sustancias, sino armonía pre-establecida por Dios que garantiza el orden perfecto, el mejor de los mundos posibles.
SCHOPENHAUER, Arthur:
Nació en Danzig, Alemania el 22 de febrero de 1788, su padre, un prospero comerciante esperaba que siguiera sus huellas y le permitió visitar Inglaterra, Francia y otros países en los años 1803 y 1804, con la idea de que luego de esos viajes se dedicara a los negocios. El joven Schopenhauer cumplió su promesa, a pesar que no le gustaba ser un comerciante. Su madre fue una escritora conocida, con la cual no tuvo muy buena relación, debido a su carácter tan diferente al de él, que era huraño, pesimista y hosco pero sin embargo, heredando de ella su sensibilidad por el arte y la literatura. Cuando murió su padre en 1803, que aparentemente se suicidó y su madre lo deja seguir sus estudios. En 1809, ingreso en la universidad de Gotinga para estudiar medicina, pero al segundo año decidió estudiar filosofía. La familia decidió radicarse en Hamburgo, es allí donde su madre y hermana, Adele, se trasladaron a Weimar, lugar que reunía a los intelectuales de esa época. Mientras tanto, ARTHUR permaneció en Hamburgo, indeciso en cuanto a continuar con la profesión de su padre o bien dedicarse a su vocación intelectual.
Finalmente, una vez mayor de edad y habiendo cobrado la herencia familiar, se trasladó a Göttingen para asistir a la Facultad de Medicina, que abandonó para dedicarse posteriormente a la de Filosofía. Como el mismo dijo, la vida es un problema y por eso decidió trabajar y reflexionar sobre este tema. De Gotinga, donde aprendió a admirar a platón, se fue a Berlín de donde se retiro cuando entro en guerra, en su periodo de retiro, redacto su tesis: la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. Vivió en Dresde donde compuso su principal obra filosófica: “El mundo como voluntad y representación”. (Die welt als wille und vorstellung), luego fue a Italia y volvió a Berlín en 1820 donde daba clases, en 1833 se instalo en Frankfurt donde público: “Sobre la voluntad y la naturaleza”.
En 1844 publico la segunda edición de su libro: “El mundo como voluntad y representación”, en 1851 escribió sus ensayos: “Parerga y Parapolimena” y en 1859 saco la tercera edición aumentada de su magnum opus. Arthur tuvo oportunidad de conocer a Goethe y a Wieland, destacados poetas clásicos de esa época, que frecuentaban las reuniones de su madre. Una vez que finalizó sus estudios se dedicó a recorrer el Sur de Europa, pero la quiebra del banco donde tenía depositada gran parte de su fortuna lo obligó a dedicarse a la docencia.
El filósofo más conocido en esa época era Hegel que también daba clases en la universidad de Berlín. Schopenhauer, desaprobaba el racionalismo de Hegel y decidido a competir con él, dando sus clases a la misma hora, pero al poco tiempo se quedó con muy pocos alumnos. Su libro “El mundo como voluntad y representación” no tuvo ninguna repercusión en el momento de su primera edición, donde logra crear una síntesis que incluye conceptos de las doctrinas orientales y de Platón y Kant; y su obra “Sobre la voluntad de la naturaleza” muestra coincidencias con los resultados científicos de diversas ciencias.
Posteriormente, logró notoriedad con sus libros que se volvieron a editar y pudo recuperar su fortuna. Huyendo de un brote de cólera, que ya se había cobrado la vida de Hegel, se trasladó a Frankfurt, viviendo en esa ciudad una vida apacible hasta su muerte en 1860 a la edad de 72 años. La filosofía de Schopenhauer es una verdadera crítica de la razón que se propone corregir el intento crítico kantiano, que se cuestiona el racionalismo dominante de la filosofía de la civilización occidental. Para Schopenhauer, la razón es un instrumento de la “voluntad”, verdadera cosa “en sí”, único principio y razón de todo y base de todas las representaciones.
Su estilo de filosofía trata ser una real critica da la razón que trate de arreglar el intento de la crítica de Kant y deje en duda el racionalismo que manda en la filosofía occidental , afirma Schopenhauer que el mundo tal como se presenta el sujeto cognoscente es solamente una apariencia que , en el fondo , alcanza la autentica realidad captable como impulso , tendencia ,deseo , O sea algo no reducible a las formas del entendimiento humano ( irracional) y que Schopenhauer ve como manifestaciones de un único principio originario que llama voluntad presente en toda la existencia. El mundo es expresión de esta voluntad.
Schopenhauer escribe su tesis doctoral bajo la influencia de Kant. El mundo de la experiencia es el mundo de los fenómenos: es objeto para el sujeto. El conocimiento o la ciencia es, remisamente, el conocimiento de estas representaciones directas. Ciencia significa sistema de objetos conocidos.
1.- Para enunciar en primer lugar el principio de razón suficiente, Schopenhauer escoge la formulación wolffiana "como la más general:
Nibil est sine ratione cur potius sit quam non sit (nada es sin una razón para que sea más bien que para que no sea).
2.- Pero Schopenhauer avanza hasta descubrir cuatro tipos principales de objetos y cuatro tipos principales de relación o conexión. Llega a la conclusión de que existen cuatro tipos fundamentales del principio de razón suficiente y que dicho principio, considerado en su enunciación general, es una abstracción de los mismos. De aquí proviene él titulo de su tesis cuádruple raíz del principio de razón suficiente.
- La primera clase de objetos o representaciones es de las representaciones intuitivas, empíricas y completas. En el lenguaje del realismo los objetos en cuestión son los objetos materiales, causalmente relacionados en el espacio y tiempo. Según Schopenhauer, hay que comparar esta relación espacial, temporal y causal, a aquella actividad mental que organiza el material de los fenómenos, sensaciones elementales, de acuerdo con las formas a priori de la sensibilidad.
- La segunda clase de objetos la constituyen los conceptos abstractos; su forma principal de relación es el juicio. La tercera clase de objetos comprende las intuiciones a priori de sentido externo e interno de espacio y tiempo.
3.- El espacio y el tiempo están constituidos de tal manera que cada parte esta en cierto modo relacionada con la otra. Es decir la aritmética se basa en la ley según la cual se relacionan las unidades de tiempo. Mientras que la geometría se basa en la ley se rigen las respectivas posiciones de las unidades del espacio. Por ello podemos decir que los objetos matemáticos son la tercera clase de objetos. La cuarta clase de objetos contiene un solo elemento: el sujeto del querer considerado como objeto por el sujeto Cognoscente.
4.- Es decir, el objeto es él yo como fuente o sujeto de volición. La terminología de Schopenhauer está basada en la de golf. Pero su posición general está fundamentada en la terminología de Kant. El mundo es fenoménico, objeto para un sujeto y es la esfera de la necesidad. Schopenhauer reconoce distintos tipos de necesidad. En la esfera de la volición, por ejemplo, manda la necesidad moral, pero en la esfera de las representaciones como un todo, las relaciones mutuas están gobernadas por ciertas leyes, descritas como distintas raíces del principio de razón suficiente, el principio de razón suficiente solo es válido en la esfera de los fenómenos, la esfera de los objetos que lo son para un sujeto. De aquí que ningún argumento cosmológico para demostrar la existencia de dios sea válido si es un argumento que partiendo del mundo como totalidad llegue a dios como causa de los fenómenos.
Schopenhauer está de acuerdo en esto con Kant, aunque, dedo luego, no es seguidor de Kant en cuanto a la proposición de creer en dios como asunto de fe práctica o moral. Para Schopenhauer, la raíz de todo mal reside en la esclavitud de la voluntad, esclavitud dependiente de la voluntad de vivir, propone dos caminos para liberarnos de la esclavitud a que nos somete la voluntad. Uno es temporal − un oasis en medio del desierto − y otro más duradero. El primero es el de la Contemplación estece el arte, y el Segundo es el ascetismo, verdadera vía de salvación. La contemplación estética no ofrece más que una liberación temporal de la esclavitud de la voluntad. La expresión más noble de las artes poéticas sea la tragedia y más importante consideraba el hecho de que el arte superior a todas las demás artes era la música. Esto lo justifica que la música no expresa una idea o ideas, es decir la motivación de la voluntad, sino que expresa la voluntad misma, la naturaleza interna de la cosa en sí misma.
El hombre recibe, al escuchar música, una revelación directa, aunque no de forma conceptual de la realidad subyacente de los fenómenos. Schopenhauer además revela una liberación duradera y esta se consigue renunciando a la voluntad que nos induce a vivir. Sin duda alguna, el proceso moral tiene que adoptar esta forma si es posible la moralidad. Todo el mal del mundo, según Schopenhauer, emana de la voluntad de vivir, de sus manifestaciones de egoísmo, de autoafirmación, de odio y de conflictos. En el corazón de cada uno de nosotros reside una mala bestia al acecho de oportunidades para saciar sus intentos voraces atacando a los demás y que, sino la evitamos, nos descuartiza.
5.- Kant cree que la metafísica no puede saber nada; Hegel, que puede saberlo todo; Schopenhauer, que puede saber algo.
Para Arthur, la moral es inseparable de la metafísica en general, es decir, de esta doctrina que proclama que el orden de los fenómenos no es el único orden absoluto de las realidades. No es partidario de reemplazar completamente la metafísica por la física. Para él, la física tiene necesidad de la metafísica, a fin de que la sostenga, puesto que explica los fenómenos por medio de una cosa aun menos conocida que ellos mismos, por medio de leyes y fuerzas naturales. El sistema metafísico de este autor nos dice que la apariencia que ofrece el mundo proviene de la Constitución de nuestra inteligencia, de la manera como se ve forzada a representarse las cosas. El recuerda que los filósofos han situado la esencia de la mente en el pensamiento. Este radical error debe ser descartado como antes. Lo consciente no es más que la superficie de nuestras mentes, de las que, como de la tierra solo conocemos la costra. Hay debajo del intelecto consciente una fuerza superior: la voluntad consiente una fuerza superior: la voluntad.
Consciente o inconsciente es una fuerza vital que persiste y lucha, una actividad espontanea, un imperioso deseo. Para este filosofo del voluntarismo, el mundo es un mal, porque al ser voluntad es sufrimiento. El que aumenta su saber aumenta su dolor. El pensamiento de la muerte, ocasiona mayor sufrimiento que la muerte misma. La alegría y la vivacidad de la juventud se debe en parte al hecho de que cuando ascendemos en la colina de la vida, la muerte no es visible, yace al fondo de la opuesta pendiente. El pensamiento de este filósofo se puede definir en esta frase suya: La voluntad en el hombre es un constante afán de vivir, un perpetuo deseo de satisfacer los apetitos vitales. Para Schopenhauer, son tres los estratos en los cuales actúa la voluntad: el inorgánico, donde actúa como causa mecánica; el orgánico, donde representa el don de estimulo, y el consiente donde actúa como motivo.
Sé podría establecer como conclusión sobre Arthur Schopenhauer que fue un gran filosofo, su punto de vista ante todo era muy crítico, era un filosofo que no creía que la fe o la religión tuviera alguna relación con la filosofía, era un seguidor de Kant, en desacuerdo con la escuela del idealismo, se opuso con dureza a las ideas de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, que creía en la naturaleza espiritual de toda realidad. En su lugar, aceptaba, con algunas reservas, la teoría de Emmanuel Kant según la cual los fenómenos existen sólo en la medida en que la mente los percibe como representaciones. Aunque no tenía absolutamente todas sus ideas iguales a las de Kant, la mayoría de sus tesis y trabajos están basados en teorías de Kant.